miércoles, 17 de diciembre de 2008

1. EXPOSICIÓN JEAN PROUVÉ

En esta exposición podemos encontrar una gran colección de objetos del herrero frances; una bicicleta, una celosía de chapa plegada y perforada, infinidad de sillas, maquetas y fotos así como documentos audiovisuales del autor.
Resulta curioso contrastar todos los objetos expuestos con el espacio expositivo que los contiene. Objetos “high tech” no tan recientes que parecen futuribles se muestran en un lugar que sorprende por si mismo, por su recorrido y por su capacidad de ser extraordinariamente escénico. Las obras de prouvé se muestran como en un teatro y sala tras sala las escenas se van sucediendo. El contenedor aparece neutro mostrando cada una de las piezas con todo su valor objetual. En cambio en la exposición celebrada en el Pompidou nuestra mente podía fusionar ambas arquitecturas e imaginar un mundo con ellas por su similitud.

En el convento Santa María de los Reyes también se expone al igual que se hiciera en su día en el Pompidou una casa desmontable ideada para los países coloniales por Jean Prouvé. Resulta curioso como este artilugio aparece montado en espacios interiores también en este caso mostrando su estructura. Es como decir, este invento funcionaba, servía para cobijar de las tormentas tropicales, esta construido de este modo pero no lo vamos a hacer funcionar. Queremos mostrar arquitecturas más ligeras dentro de arquitecturas más pesadas y en el interior de las primeras mostraremos maquetas.
Es como ver la exposición del primer teléfono, podemos ver la carcasa, pero no podemos realizar una llamada. A lo que quiero llegar con todo esto es a la sensación de perplejidad que producen estas piezas expuestas como restos de una batalla, la impresión de que han perdido su validez es inevitable y sin embargo están más vigentes en las formas de construir que nunca, no solo por los materiales empleados sino por la idea que las hace posibles.

Y es la idea lo que en construcción hace que las cosas tengan validez eterna si es necesario, la idea hará que la materia funcione de tal modo o de tal otro, se moldee mostrando plasticidad en tal o cual ángulo, o se recorte para plegar y soldar. La imagen final es el resultado del uso previsto, por tanto la imagen final no tiene nada de capricho y será fiel reflejo de la tecnología que la avala.

Estas construcciones y artilugios metálicos sirven, dicho sea de paso, para las actividades de un hombre en proceso de cambio. Un hombre que habita unas construcciones ligeras, fácilmente montables y desmontables que representan en su conjunto una ciudad blanda que no es invasiva con el territorio sobre el que se asienta.

Me recuerda todo esto a una exposición que se celebrara en Sevilla en estas mismas fechas sobre otro francés, en este caso Yona Friedman.
Sin duda alguna Yona Friedman está en las antípodas constructivas de Jean Prouvé y los dos tienen formas muy diferentes de afrontar su proceso creativo. Puedo recordar dos frases aplicadas a cada uno de los autores que bien serían las que resumen el leiv motiv de cada uno de ellos. Yona desarrollaba lo que llamaba “utopías realizables”, gérmenes desarrollistas de una utopía eficiente y realizable. Prouvé según lo dicho en el ciclo ideaba trabajando sobre la materia directamente, sin necesidad de planos o dibujando a 1:1.

Y es curioso que con actitudes frente a la materia radicalmente opuestas la producción intelectual de cada uno de ellos esté apunto de abrazarse. Esto es posible gracias a una cuestión de escalas en la arquitectura, lo cercano, el mínimo detalle frente a la idea de colonización de un territorio.

Friedman abogaba por un modelo de ciudad en el que las casas desmontables se colocarían sobre unas grandes bandejas a modo de estanterías que configurarían barrios tridimensionales y liberarían paisaje. Una imagen muy similar a esto que imaginaba Friedman se mostraba en una de las conferencias del ciclo; en ella un prototipo de Prouvé aparecía instalado en una de las plantas del centro Pompidou.

Precisamente el centro cuya propuesta a concurso defendiera el herrero francés siendo este jurado del mismo y precisamente el mismo centro que Friedman imaginara como semilla de su ciudad tridimensional.

Desmontable, poco invasivo, espacioso, útil, ecológico… los modos de vida estaban cambiando, el tiempo del ser humano comenzaba a ser más rápido y las prensadoras y dobladoras de Prouvé respondían entonces (cuando hoy aun nos parecerá prematuramente) de un modo eficaz modelando, prensando, perforando la materia en un esfuerzo por adaptarla a las necesidades del nuevo hombre.

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