sábado, 12 de abril de 2008

DE TODOS LOS OBJETOS



De todos los objetos los que más amo
son los usados.
Las vasijas de cobre con abolladuras y los bordes aplastados.
Los cuchillos y tenedores cuyos mangos de madera
han sido cogidos por muchas manos. Estas son las formas
que me parecen más nobles. Esas losas en torno a viejas casas,
desgastadas de haber sido pisadas tantas veces,
esas losas entre las que crece la hierba, me parecen
objetos felices.

Impregnados del uso de muchos,
a menudo transformados, han ido perfeccionando
sus formas y se han hecho preciosos
porque han sido apreciados muchas veces.
Me gustan incluso los fragmentos de esculturas
con los brazos cortados. Vivieron
también para mí. Cayeron porque fueron trasladadas
si las derribaron, fue porque no estaban muy altas.
Las construcciones casi en ruinas
parecen todavía proyectos sin acabar,
grandiosos; sus bellas medidas
pueden ya imaginarse, pero aun necesitan
de nuestra comprensión. Y, además
ya sirvieron, ya fueron superadas incluso. Todas estas cosas
me hacen feliz.

Bertolt Brecht
Poemas y canciones
Alianza editorial
Trad. Jesús López Pacheco y Vicente Romano
México D.F/Madrid, 1984


De todos los trabajos que uno tiene que hacer a lo largo de su vida en arquitectura sin duda el más gratificante es el que queda cerca del usuario. El año pasado realizamos un catálogo del conjunto histórico artístico de Jerez de la Frontera, consistía en ir rellenando unas fichas sobre el estado de cada una de las viviendas; número de residentes, condiciones de salubridad, patologías etc…

Fue en estos días cuando descubrí (y más vale tarde que nunca) que gran parte de las relaciones vitales de nuestros centros históricos se llevaban a cabo de puertas para adentro. Existen otras ciudades formadas por una nube de patios donde se desarrollan las relaciones humanas o vecinales pautadas por una red de callejuelas con formas accidentadas por la historia, llenas de usos que sin duda ofrecen una estupenda calidad espacial. Los patinejos, las corralas, los patios inconexos y ocasionalmente unidos configuran un universo peatonal lleno de adiciones tan directas como útiles en las que vive un barrio normalmente de personas mayores.
Estos usuarios desbordan sus hogares haciendo uso de unos servicios comunes obsoletos entre los que se incluyen cocinas y retretes comunitarios. Sus casas en ocasiones han sido cuarteadas. La trama se exponja más en las comunidades más humildes, la trama se necrosa por la muerte de cada una de sus células y en ocasiones la trama pierde esa calidad espacial que les ha dado la memoria al no ser respetada en las nuevas edificaciones.

Las condiciones precarias en las que se encuentran muchos de estos barrios nos hacen reflexionar sobre unos modos de actuación que tengan como resultado una mejora de esas condiciones de vida, buscando en la arquitectura y sus lenguajes lo básico para mantener las relaciones sociales y mejorar su soporte siendo este más flexible.

En el barrio de Sol, en Jerez, una señora me dijo que su cubierta no estaba mal, a la vez que señalaba al suelo. El tejado de uralita se hundió, el tiempo y el desinterés mostrado por todos los agentes había hecho que cayera al suelo por falta de mantenimiento. Esta señora tenía ciertamente un tejado en el suelo.
Otro señor se olvidaba de las ordenanzas para el centro histórico y construía en su tejado una extensión de su hogar, un cuarto para sus nietos.
En el salón resultante de su peculiar reparto tenía una puerta a la calle y nada más, de modo que su mujer siempre sabía lo que pasaba en el barrio ya que la puerta siempre estaba abierta.
Los yonkis del barrio dormían en el andamio de una casa unifamiliar que andaban construyendo en la esquina de la calle Sol.
Aunque parezca increíble ninguna de estas actuaciones espontáneas fueron publicadas en una revista de arquitectura y por supuesto ningún yonki dio conferencias sobre su modo de vida al borde de la ley.

Las cosas del barrio son así, las casas también. La vida entre esos muros frutos de las primeras reparticiones de los terrenos agrícolas ha sido agresiva y corrosiva, fructifera y longeva.
En nuestras manos queda saber respetar nuestros centros históricos y saber llenarlos de vida. Para interpretar lo existente solo tenemos que bajar a la calle y estudiar casa por casa, objeto por objeto que es lo sobra y que es lo que falta para alcanzar equilibrios sociales que hagan progresar al más interesante de todos los objetos.

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